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Foto del escritorEl Desván de los Cuentos Perdidos

"El cuervo", Audiolibro de Edgar Allan Poe (Premium)

Actualizado: 22 mar 2021



Locutado por Ander Vildósola. Música de Ander Vildósola y Kevin Macleod (incompetech.com) .

 

Transcripción del relato.


En un atardecer triste y quejoso

meditaba yo, débil y abrumado,

sobre un volumen de ciencias muy curioso

de temas que ya estaban olvidados.


Mientras cabeceaba somnoliento,

oí como si repicaran suavemente

en la puerta cerrada del salón.

“Será alguna visita, —pensé yo—

que está llamando a la puerta de atrás.

Es eso, sólo eso y nada más.”


******

Ah, recuerdo claramente

aquel diciembre anodino,

y el rescoldo mortecino

que hacía sombra en el suelo.

Mientras pedía vanamente

a los libros un consuelo,

por la pérdida de aquella

que los ángeles por bella,

quisieron llamar Leonor.

“Oh mi amor!”

Oh hermosura excepcional,

que ya ha quedado sin nombre

por siempre, siempre jamás!


******

Me estremecí al ondular

de las púrpuras cortinas,

con ese ruido sedoso

del fantasma que camina.

Mi corazón temeroso

del pecho quería saltar,

y yo repetía angustiado

para poderlo callar:


“Es sólo un visitante que quiere entrar.

Es eso, eso es sólo, y nada más.”



Mas de pronto mi alma tomó aliento

y sin dudarlo, lancé mi voz al viento:


“Señor —dije— o señora, lo lamento,

y os imploro perdón de corazón.

Pero ha ocurrido que,

como estaba yo medio dormido

y llamasteis tan sin hacer ruido

a la puerta de mi habitación,

pues apenas si os he oído.”


******

Y abrí de par en par:

oscuridad, tan solo, y nada más.


******


Di la vuelta tras cerrar;

sentía mi sangre caliente,

cuando de nuevo, oí llamar,

esta vez más fuertemente.


“Eso es —dije yo— eso es seguramente

que sin duda esta mañana

alguien dejó sin pensar

cualquier cosa en la ventana.”


Abrí de par los postigos

y entró, cual si fuera amigo,

con revoloteo ruidoso,

un cuervo majestuoso.


No hizo reverencia alguna,

y con un aire altanero

de dama o de caballero,

sin batir casi sus alas,

con la mirada despierta

saltó, se posó en la puerta,

luego en el busto de Pallas,

y nada más.


******

“Aunque tengas la cresta rala y lisa

no es tu actitud sumisa.

Tú, que por el margen de la noche vagas,

dime, cuál es tu nombre,

antes de que deshagas

lo que plutónicamente

te da el hombre, pájaro carroñero.”


******


El cuervo dijo: “nunca más”,

y nunca diría otra cosa.


******

De pronto noté el aire perfumado:

un invisible incensario balanceado

por ángeles cuyo tintineo

quedaba en la alfombra amortiguado.


“Miserable”, le increpé;

“Dios por medio de estos querubines

te envuelve en el descanso y el sopor

que alivian el recuerdo de tu amor.

Apura, apura este filtro que asegura

el no acordarte más de tu locura.”


Y dijo el cuervo: “nunca más”.


******

“Que estas palabras sean tu despedida,

pájaro demonio; —chillé furioso—

aléjate de mi vida,

ve a tu noche de plutonio

y no dejes pluma atestiguando la mentira

que tu alma invoca.

Mi rebeldía se ha convertido en ira.

Baja del busto de roca,

no busques mi corazón

y desaparece de mi habitación.”


Y dijo el cuervo: “nunca más”.


“No busques, cuervo, mi corazón,

desaparece de mi habitación.”


Y dijo el cuervo: “nunca más “.


******

Y el cuervo inmóvil,

cerradas las alas

ahí sigue parado,

sobre el busto de Pallas.


Guardián inmóvil

de mi imagen muerta,

escudriña mi ser

desde la puerta.


La luz proyecta su imagen en el suelo,

donde yace mi alma sin consuelo.

Donde ya siempre mi alma yacerá

pues no podrá levantarse


nunca más.



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